Muchos adultos y jóvenes piensan que el Espíritu Santo es una fuerza activa o una especie de fantasma amistoso que no se puede ver, pero que es bueno tenerlo cerca. Es difícil describir con palabras al Espíritu Santo, pero cuando uno observa el cambio que hace en las personas, es evidente que la obra que él hace es maravillosa. En lugar de ser una cosa fantasmagórica como vapor, humo, smog, u otra cosa; el Espíritu Santo es Dios. Conoce la mente de Dios y la comunica a nuestro entendimiento, corazón y acciones (Juan 16: 13-15). El Espíritu Santo ejerce muchas funciones; da frutos al creyente, es consejero, consolador y convence (Juan 14: 13-17; 16: 7-11; Gálatas 5: 22-23). Para el seguidor de Cristo (Cristiano) el Espíritu Santo no siempre nos aísla de la enfermedad, la tragedia o el dolor, pero siempre consuela y fortalece a los creyentes en esas ocasiones difíciles. Muchas personas no creen en él, pero basta decir de que si Dios existe él también. Las manifestaciones que él tiene son ilógicas para el ser humano pero para Dios son lógicas. Si quieres tenerlo, debes creer en Jesucristo, pedir perdón por tus pecados, recibirle como salvador y comenzar a seguir sus pasos. El tenerlo te asegura estar sellado para Dios (Efesios 4:30), si no lo tienes no eres de Dios (Romanos 8: 9)
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