jueves, 9 de diciembre de 2010

Las mentiras de Hugo Chávez

Recuerdo que hace años, cuando era aún estudiante universitario, un compañero solía ubicarse en la primera fila del aula para tener lo más cerca posible al profesor y así responder con prontitud a sus interrogantes. Claro, yo no recordaría la situación, si no hubiese estado signada por la inverosimilitud y hasta por la comedia. A cada pregunta de la profesora de física, el amigo presuroso apelaba por la calculadora, sacaba sus cuentas y le daba un resultado. Lo malo estaba en que los resultados del amigo eran completamente contrapuestos a la respuesta que la profesora aspiraba. Si en el problema la respuesta era + 40, el amigo decía: - 40. Si la dirección de la fuerza era hacia la derecha el amigo respondía que hacia la izquierda. Y no era que el pobre no se esforzara por hacer las cosas bien, porque hasta se le podía ver rubicundo, con las orejas encendidas de tanto esfuerzo, sino que su naturaleza, su personalidad, o un no sé qué, lo impelía a responder de manera contraria a lo que se esperaba. Eso duró hasta que una mañana (las clases eran a las siete) la profesora —harta de la estupidez de mi amigo—, le dijo con contundencia en medio de la expectación del auditorio: "Hijo, te aconsejo que cada vez que me vayas a dar una respuesta me digas lo contrario a lo que te dan tus resultados". Santo remedio, a partir de entonces el amigo fue asertivo en sus respuestas (al menos en la clase), aunque lamentablemente repitió seis o siete veces la asignatura y terminó por retirarse definitivamente de la carrera.

Recordé esta situación "tragicómica" al ver de nuevo el video de una entrevista que el periodista Alberto Ferrer Ávila le realizara en diciembre de 1998, en Caracas, al entonces candidato Hugo Chávez Frías, en la que repitió, ante la insistencia de Ferrer, que entregaría el poder al finalizar los cinco años de su período constitucional, que no nacionalizaría empresas, y no le quitaría la concesión a los medios de comunicación adversos. Expresó, además, con un sí contundente, que en Cuba hay una dictadura. Como en el caso de mi compañero de clases, Chávez respondió a cada una de las interrogantes lo que correspondería a otra cosa en la realidad. Lo grave del caso es que mi compañero daba falsos resultados presa de una ignorancia rayana en idiotez, mientras que el entonces candidato mintió sin rubor, de manera deliberada, porque tenía debajo de la manga su proyecto hegemónico, y ya estaba tejiendo sus hilos.

Las mentiras de Chávez se han hecho más evidentes en la medida en que ha profundizado las raíces en el poder, y se ha agarrado de él como si en ello se le fuera la vida. Recuerdo que varios de los aspectos de su discurso "cazabobos" fueron, entre otros, el que acabaría con los niños de la calle, con la pobreza, con la marginalidad, con el déficit de viviendas. Dijo, también, que disminuiría los ministerios y la burocracia del Estado, que lucharía contra la corrupción, que respetaría la autonomía de los poderes, que haría, en definitiva, un gobierno para todos. Creo que a estas alturas no tendría que hacer mucho esfuerzo para demostrar en estas breves páginas que nada de eso fue cierto. Peor aún, como en el caso de mi viejo compañero de clases, todo se dio, pero al revés. Hay más pobreza, mendigos y niños de la calle que ayer. El dinero no alcanza para nada. Los tentáculos del Estado son más poderosos y hay más ministerios, hay mayor corrupción bajo la mirada impune de los organismos contralores, ha cerrado medios de comunicación porque sus líneas editoriales no le son favorables, ha nacionalizado empresas, y ha expropiado bienes privados. Y como broche de oro, para el Hugo Chávez de hoy, en Cuba no hay una dictadura y con su apoyo financiero y moral ha ayudado a sostenerla para mayor oprobio de América Latina. Si la bella historia de Carlo Collodi, Pinocho, se hiciese realidad, el presidente Hugo Chávez no podría soportar el peso de su inmensa, gigantesca, descomunal y desproporcionada nariz. 
 
FUENTE: http://www.eluniversal.com/2010/12/09/opi_art_las-mentiras-de-hugo_09A4829851.shtml

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